Cada catástrofe “natural” revela, si hace falta, la extrema fragilidad de las clases populares cuya vida al igual que su supervivencia se encuentran devaluadas. Peor, la compasión por los pobres, anunciada puntualmente, esconde mal el que en todas las épocas los pensadores han buscado justificar la miseria –culpabilizando a las víctimas de sus necesidades– y a rechazar toda política seria para erradicarla.
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