En la actualidad, los Estudios Patrísticos abordan los apasionantes problemas teológicos que se suscitaron en los primeros siglos de nuestra era, desde nuevos paradigmas de análisis. En ese sentido, la existencia de una diversidad de corrientes en el cristianismo temprano es un hecho indiscutible para la investigación contemporánea, ya que no existen dudas acerca de que esta pluriformidad de posiciones, surgió a partir de la diversidad de interpretaciones de textos y de nociones teológicas. La clasificación de los diversos cristianismos en “protoortodoxos o protocatólicos, judeocristianos y gnósticos” que los especialistas contemporáneos han realizado, resulta muy útil para acceder a la lectura de un texto como el Comentario al Evangelio de Juan de Orígenes, al cual nos referiremos en esta ocasión. Pero debe ser ampliada aún más, ya que la teología de Orígenes, si bien se encuentra más cerca de lo que ha dado en llamarse protoortodoxia, tiene características únicas y distintivas con respecto a otros autores que se ubican en esta tradición. Fueron esas características únicas, las que fueron tan mal comprendidas por la posteridad y que terminaron produciendo las condenas del Concilio de Constantinopla en el año 553 . A modo de anticipo de lo que desarrollaremos más adelante, denominaremos a este cristianismo, místico-esotérico.
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