Pocos temas concitan hoy, a un tiempo, tantas aspiraciones de consenso y tan tenaces tendencias al conflicto en las relaciones internacionales como el creciente deterioro de la biósfera del nuestro planeta. Ese proceso de deterioro -expresado en problemas como los del recalentamiento atmosférico, el adelgazamiento de la capa de ozono y la acelerada pérdida de biodiversidad-, en efecto, ha pasado a formar parte de lo esencial de cualquier egenda internacional contemporánea, junto a los otros dos grandes temas de la seguridad intemacional y la economía global. Tal equivalencia, sin embargo, puede ser engañosa.
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