19 de septiembre de 1985. La ciudad de México despertó con el fuerte temblor que en segundos destruyó y aniquiló parte de sus construcciones y habitantes. El terremoto provocó de inmediato una situación límite que amplificaba, como un lente de aumento, lo caótico y precario de nuestras condiciones "normales" de vida en la ciudad: ciudad en crisis, sobrepoblada, mal construída, deficientemente comunicada, hiperpolucionada, deshumanizada, carente de formas de organización y participación al margen de la burocracia.
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