Grupos periodísticos alineados en grandes corporaciones empresariales dirimen en sus propios medios la lucha por la hegemonía. Influencia, poder y beneficios se disfrazan de batalla por la libertad, ante públicos cautivos e informadores convidados de piedra o movilizados en un frente ajeno, que sobrepasa códigos deontológicos e invalida estatutos de redacción. Un conflicto que se recrudece hoy en España y que tuvo su mejor antídoto en Francia con las sociedades de redactores. El poder y el dinero, sin embargo, nunca estuvieron predispuestos a activar salvaguardas que garantizaran la veracidad informativa y la honestidad profesional.
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