México aportó a nuestro patrimonio arquitectónico una cuota nada desdeñable de obras maestras. Pero no debemos olvidar que en el mismo lapso la atmósfera cultural del país, segura de sí misma, abierta al mundo y a lo nuevo, era el contexto propicio para el ejercicio de la creatividad de los arquitectos: sin ésta tales obras no se hubiesen producido jamás.
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