Jaime Ortiz Monasterio fue un ejemplo fiel a su profesión; también de lo que significa sentir y disfrutar la vida en torno a su gran pasión: la arquitectura. Perteneció a una generación que vio crecer a un México lleno de esperanzas. Tuvo compañeros destacados que, como él, egresaron de la Escuelas Nacional de Arquitectura para realizar oficinas, casas habitación o edificios industriales; ante ellos se abría una gama inmensa de géneros arquitectónicos.
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