Una hoja en blanco. Un desierto. Un mar. Una planicie. Tomo un lápiz y trazo, irreverente a su pureza, una línea. He creado, como dios al crear de la nada, de ese espacio “puro”, un espacio nuevo. He destruido un espacio que existía previamente. Un acto tan simple, tan sencillo, un acto de destrucción y creación: una línea, así tan ingenua, ha abierto la posibilidad de un afuera y un adentro
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