En el Detroit de los años 1950, la industria del automóvil crecía como la espuma, en un país en expansión con una creciente clase media que accedía a más y mejores coches.
Ese es el telón de fondo para mostrar, a través de un policiaco que sigue las claves del género en los años dorados de Hollywood, cómo en el espionaje industrial también se trafica con documentos y que la información, y por tanto las fuentes primarias, valen su peso en oro y en sangre
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