Desde enero de 2021, los precios del gas han experimentado un crecimiento sin precedentes en Europa. En los diez primeros meses del año se incrementaron un 357%. Si esta situación persiste, sus implicaciones macroeconómicas serán muy graves. Es un shock negativo de oferta con adversas consecuencias sobre la inflación y sobre el crecimiento económico. Esto resulta preocupante en una Europa cuya salida de la brutal contracción del PIB que se produjo en 2020 es débil y está cuajada de incertidumbre. Por añadidura, el gas es la fuente de energía sobre la que se sustenta la transición hacia una economía descarbonizada y, en consecuencia, es el principal sustituto de las renovables cuando éstas no generan la energía eléctrica suficiente para satisfacer la demanda.
La actual coyuntura energética europea no es sólo el reflejo de factores coyunturales, sino obedece a causas estructurales definidas por la estrategia trazada por la UE para llegar a economía descarbonizada con una generación 100% renovable en un horizonte temporal muy corto. Esto implica olvidar la intermitencia e incapacidad de almacenamiento de esas energías y, por tanto, la imposibilidad de tener un suministro estable y seguro de un input básico para la actividad económica. Esto se traduce en una potencial pérdida de competitividad para la industria europea y en un aumento de la vulnerabilidad económica y
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