En el corazón del quehacer de un artista está la memoria, en primer lugar la individual pero también la colectiva. Los archivos que custodian la memoria colectiva son una fuente inagotable de inspiración para ese artista que, a su vez, trabajará en ellos con una libertad perturbadora. La misma que obra el milagro de despertar y dotar de una vida nueva a los personajes y las historias que dormitaban en ellos. En este artículo, la autora reflexiona sobre las películas que se construyen a partir de lo que se denomina «metraje encontrado».
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