Desde los primeros años del Descubrimiento empezaron a llegar indios americanos a la Península, primero legalmente y luego de manera irregular. La reina Isabel, muy crítica con la esclavitud de los naturales de los nuevos territorios, los que a su juicio deberían ser sus súbditos, propicia a partir de 1495 una política revisionista que suspende el tráfico de esclavos. En 1500 la Corona ordenó la liberación de los aborígenes y su posterior devolución a su tierra, no obstante el tráfico a Castilla se reanudó pasados tres años, siempre que los esclavos indios consintieran, pero muchos de ellos llegaron sin autorización del gobernador y con falsas informaciones sobre su supuesta venida voluntaria, para, finalmente, ser vendidos a escondidas.
En Moguer encontramos el caso de Juan Francisco, indio natural de Buenos Aires, en dos escritos dirigidos a la Justicia local, revela que lo trajo a España Juan Vélez de Córdoba, quien se empeño en que tenía que servirle a cambio de cierta cantidad de dinero que entregó a un pariente. Juan Francisco afirma que estando lejos de su tierra y sintiéndose desamparado, se quedó en su casa sirviéndole como esclavo cerca de treinta años.
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