Durante los últimos 20 años, la industria alcoholera ha creado y financiado organizaciones de carácter social que le permiten controlar los problemas que pueden perjudicar sus negocios, a través de influir en las políticas del alcohol de las organizaciones gubernamentales nacionales e internacionales. Para ello se convierten en miembros de destacadas organizaciones específicamente antí-alcohol y de comités que tienen influencia política y respetabilidad; reclutan científicos, organizan congresos y promocionan publicaciones de alto nivel; Crean organizaciones de carácter social en mercados emergente y en países de renta per cápica baja; y preparan y promocionan declaraciones de consenso y códigos de práctica.
Estas organizaciones de carácter social apoyan criterios básicos que, al ser analizados confirman que su objetivo global no es beneficiar a la salud y al bienestar públicos, sino a la propia industria alcoholera, como pueden ser que se puede Aprender A beber de forma responsable como base de la prevención, pero si no se tiene en cuenta el entorno social en que alcohol se consume (políticas de precio, disponibilidad y marketíng de los productos alcohólicos, etc.) las políticas de alcohol basadas en la responsabilidad individual son ineficaces para reducir los daños que éste ocasiona.
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