En el mito que lleva su nombre, Prometeo es un titán que apenas interviene en el combate entre los dioses, si bien su breve intervención resultará clave, por cuanto instilará en Zeus el veneno de la astucia, un factor decisivo en el resultado final; pero que sí lo hace en el subsiguiente conflicto generado entre aquéllos y los hombres, y activamente a favor de éstos. Todo acontece cuando, luego de haber puesto orden en el cielo, Zeus insta a Prometeo a proceder al reparto de bienes entre unos y otros, mandato que el titán lleva a cabo saltándose por su cuenta las jerarquías naturales que deben presidir sus mutuas relaciones. La acción se salda con el castigo por parte del jefe de los dioses contra el defensor de los hombres, pero éste, merced a su astucia, burla el castigo, engaña al poderoso y favorece a los débiles mortales, también perjudicados con el castigo anterior, aunque no les incumbía. A ello sigue otro nuevo y definitivo, parece, hasta que tras la intercesión de Heracles Zeus libera a Prometeo del águila que le devora por el día el hígado crecido durante la noche y de las cadenas que sujetan su cuerpo clavado a la roca.
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