El capitalismo tiene una gran capacidad de mutación en ausencia de vacuna que lo erradique. Desde que convirtió los postulados neoliberales en política gubernamental, su talón de Aquiles es la crisis de rentabilidad que le persigue y no logra superar. Ello le impide lograr una estabilidad económica, social y política duradera, pese a la ausencia en la escena de un movimiento obrero internacionalista con vocación antagónica. Lo que, a su vez, somete a la humanidad a una situación de estrés traumático en un largo interregno gramsciano compuesto a partes iguales de incertidumbre, sucesos inesperados y patologías.
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