Ligia Ximena Tapia Hermida, Patricia Alexandra Chiriboga Zamora, Martha Romero Flores, Cristian Alexander Noboa Silva
En un mundo exigente y con cambios a pasos agigantados, con una competencia prometedora a nivel empresarial, las organizaciones requieren de sus mejores esfuerzos para mantenerse activas en el mercado competitivo de cualquier manera. Principalmente, la satisfacción de las necesidades del cliente basado en una buena gestión de la calidad y en la innovación tecnológica. Como estrategias utilizadas por las organizaciones para mantenerse compitiendo en el mercado, el aseguramiento de la calidad en los productos y/o servicios ocupa un lugar importante indiscutible.
Sánchez (2017), explica que un sistema de calidad “Tiene como objetivo principal que la empresa funcione en total sincronía, de forma que ésta pueda asegurar que sus productos y/o servicios están sujetos a unas especificaciones y cumplen unos estándares de calidad fijados previamente” (pág. 39). De tal manera que el nivel de exigencia por parte de la cartera de clientes respecto a la calidad de los productos y servicios que comercializan las empresas, obliga a las mismas a contar con una estructura integrada que funcione y estén controladas.
En la misma línea, cuando se habla de satisfacción del cliente se encuentra en un plano de expectativas respecto a un servicio o producto de quien lo consume, es decir, lo que espera el cliente o consumidor de lo adquirido viniendo de una promesa comercial anticipada. En este sentido, es de vital importancia monitorear constantemente las expectativas de éstos, para determinar si están dentro de lo que pueden proporcionarles, si están a la par, por debajo o por encima de las expectativas que genera la competencia, sí coinciden con lo que el cliente espera, para animarse y volver a comprar (Rogel, 2018)
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