Actualmente el método más empleado para procurar analgesia durante el trabajo de parto, el expulsivo o la cesárea es la analgesia epidural.
Su realización implica posicionar la punta de una aguja en el espacio epidural, situado entre el ligamento amarillo y la duramadre, y depositar allí una dosis de anestésico local, directamente o bien mediante un catéter, que permita nuevas reinyecciones del anestésico para cubrir toda la duración del trabajo de parto.
Actualmente el anestésico más utilizado es la bupivacaína, generalmente asociado a fentanilo, aunque nuevos anestésicos como la levobupivacaína se comienzan a utilizar cada vez más en virtud de una menor toxicidad.
Con una latencia de unos 15-20 minutos, o sólo cinco en el caso de que se administren en el espacio subaracnoideo, el anestésico local y el opioide van bloqueando las aferencias dolorosas y atenuando la respuesta fisiológica al dolor, que consiste fundamentalmente en la liberación de catecolaminas al torrente circulatorio.
En el espacio peridural el anestésico difunde hasta alcanzar las raíces nerviosas y producir sus efectos: un bloqueo autonómico cuya más relevante manifestación es vasodilatación e hipotensión, un bloqueo sensitivo causante de la analgesia, y un leve bloqueo motor.
Pero de igual manera que produce sus efectos beneficiosos, puede causar efectos adversos, bien por defecto, y en tal caso la parturienta sentirá dolor, o bien por exceso, produciendo bloqueos excesivos que pueden poner en grave peligro la vida de la madre y del feto, en caso de no ser tratados convenientemente.
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