Hace ya cerca de cinco décadas que Garai perdió a los que fueron tal vez sus más celebrados anfitriones. El silencio más atrayente se transformaba en recuerdo entre las laderas de los montes aledaños, perenne fuente de inspiración de las escenas que Valentín y Ramón de Zubiaurre hicieron protagonizar a una escogida nómina de sus solícitos lugareños.
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