Liberado de los conflictos sin fin que asolan Oriente Próximo, Washington ha podido consagrar su atención y sus recursos a intensificar su carrera contra Pekín y Moscú. La salida de Afganistán, si bien precipitada por la caída de Kabul, y la firmeza mostrada durante toda la crisis en Ucrania ilustran una misma estrategia destinada a restaurar el estatus de Estados Unidos como primera superpotencia mundial.
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