La izquierda no se redujo a su formato partidario, constituyó históricamente un vasto complejo que asociaba, de manera cambiante, lo social, lo político y lo simbólico y que tenía al movimiento obrero como centro de gravedad. Pero hoy en gran medida ha perdido la batalla de las ideas, mientras que la indignación se desconecta de los horizontes de cambio social, sin los cuales corre el riesgo de volverse puro resentimiento.
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