Un año promisor no era 1822 para los pobladores de la sierra central. Al acercarse el tercer aniversario del inicio de la guerra, Chile controlaba el mar; el ejército perano había sido destruido y luego de la debacle de San Juan y Miraflores, la capital había sido ocupada. Aun más, el desconocimiento de Piérola como interlocutor para negociar la paz, por el alto mando chileno, había abierto el camino para que los civilistas nombrasen un nuevo gobierno que, inicialmente repudiado por todo el país, finalmente había sido aceptado gracias, principalmente, a la intensa actividad desplegada por el ministro norteamericano Mr Hurlbut.
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