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Pasiones compensadas, vicios públicos e imágenes disruptivas en el recibimiento de un virrey

    1. [1] Universidad Complutense de Madrid

      Universidad Complutense de Madrid

      Madrid, España

  • Localización: Nuevas de Indias: Anuario del CEAC, ISSN 2462-7291, Vol. 6, 2021 (Ejemplar dedicado a: Textualidad y cultura visual del período colonial), págs. 120-162
  • Idioma: español
  • Títulos paralelos:
    • Compensated passions, public vices and disruptive images in the reception of a viceroy
  • Enlaces
  • Resumen
    • español

      En 1716 se nombra como virrey del Perú al arzobispo Diego Morcillo, al cual la ciudad de Potosí rendirá un homenaje de tres días al pasar por ella, durante el viaje que emprende de Charcas a Lima para tomar posesión de su cargo.

      Repasando las principales fuentes de la entrada del virrey en dicha ciudad -el gran cuadro del pintor boliviano Melchor Pérez de Holguín que custodia el Museo de América de Madrid; la relación escrita por Juan de la Torre, el artífice de las loas y decorados del recibimiento; y la crónica de Bartolomé Arzans de Ursúa y Vela en su Historia de la Villa Imperial- sorprende la inserción de datos contradictorios y alusiones veladas a la suerte del virrey -que solo lo fue durante apenas 50 días-, al juego de pasiones enfrentadas durante las fiestas de recepción -codicia vs. soberbia, vicios públicos vs. vicios privados- pero, sobre todo, al “gravísimo daño” a la cohesión comunitaria de la ciudad y sus habitantes que el nombramiento del ambicioso obispo desencadena.

      La emblemática y las metáforas desplegadas parece contar “otra historia” que no concuerda con la exaltación de la corona imperial a la que las ceremonias de recepción de virreyes se destinaban. Al contrario, Faetón, Ícaro, el coloso de Rodas, la muerte misma que todo lo iguala, figurados en los tapices que cuelgan a modo de emblemas disuasorios, pretenden recordarle al virrey que la soberbia es un arte vacío si no lucha en la prosperidad común.

    • English

      In 1716 Archbishop Diego Morcillo was appointed as viceroy of Peru, to which the city of Potosí paid a three days homage during the trip to Lima in order to be commissioned in his new position.

      Reviewing the main sources of the viceroy’s entrance to that city –the great painting of Melchor Pérez que Holguin, kept in the Museum of America in Madrid; the relationship written by Juan de la Torre, the architect of the loas and the decorations or the reception; and the chronicle of Bartolomé Arzans de Ursúa and Vela, Historia de la Villa Imperial– surprises the insertion of conflicting data and veiled allusions to the fate of the viceroy, which was only for just 50 days; to the game of passions faced during the reception party –greed vs. superb, public vices vs. private ones–; but, above all, to the «serious damage» to the community cohesion of the city and its inhabitants that the appointment of the ambitious bishop causes.

      The emblematic and the metaphors deployed seems to tell «another story» that does not match the exaltation of the imperial crown to which the ceremonies of «entrada de virreyes» were intended. On the contrary, Phaethon, Icarus, the colossus of Rhodes, the very death that all equals, represented in the tapestries that hang as deterrent emblems, intend to remind the viceroy that pride is an empty art if it does not fight in common prosperity.


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