La agroecología aplica la ecología y las ciencias sociales a la creación de sistemas alimentarios sostenibles que refuerzan la seguridad alimentaria, reportan más ingresos, mejoran la salud y reducen la dependencia de los aportes externos del pequeño agricultor.
El policultivo, la siembra de variedades adaptadas a las condiciones locales y el uso de las leguminosas como fertilizantes destacan como prácticas que garantizan la productividad y dotan de resiliencia a los cultivos, al tiempo que conservan y mejoran el suelo.
En su vertiente social, la agroecología aboga por la equidad de género e intergeneracional, objetivos que pasan por acabar con la supeditación de la mujer al hombre y por dotarla de mayor autonomía a través de las labores agrícolas, con un reparto más equitativo de las tareas domésticas.
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