La obra de los exiliados republicanos de 1939 se mueve, generalmente, en una doble disyuntiva, entre la nostalgia de la España perdida, de aquella utopía de libertad y justicia que se derrumbó por la fuerza de las armas, y la necesidad, conforme se iban diluyendo la esperanza de un pronto regreso, de vincularse, de entregar toda su valía, a esa nueva patria que generosamente los había acogido. Es una obra, la de los exiliados, a la que le ha sido arrebatado su público natural ¿que sólo después de 1975, y aún con muchas dificultades, empieza a recibirla-- y que debe, si no quiere verse condenada al vacío, buscar ese nuevo público de adopción.
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