Mucha gente es precavida, algunos hasta el punto de la cobardía; gente que, en palabras del actor Victor Mature, “no pisarían ni un charco”. La cautela, dentro de unos límites razonables, es natural. Tal y como dijo el doctor Kenneth Kamler en su libro Surviving the Extremes, “ningún animal en su sano juicio se pondría en riesgo para ir a un lugar al que no pertenece”. Sin embargo, el ser humano lo hace constantemente. Va, por ejemplo, a la “zona de la muerte” del monte Everest, a más de 8000 m de altura. En 2018 se hizo viral la fotografía de una larga fila de escaladores esperando su turno para alcanzar la cumbre más alta del mundo. No era más que la manifestación contemporánea de un fenómeno muy antiguo: jugar con el riesgo, un atributo esencial del ser humano.
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