El tópico áureo del carácter varonil del castellano tiene antigua tradición en España, ya que se remonta aun a la contraposición entre el latín de Roma y el de Hispania: observaciones en las que se aúnan los conceptos de marcialidad y varonilidad —pero también otros rasgos distintivos, estrechamente relacionados— constituyen una cadena que se extiende a lo largo de la historia de las ideas lingüísticas. Nuestro propósito es proponer algunas reflexiones, a partir de testimonios antiguos, sobre la que se denominaría, en términos sociolingüísticos, actitud afectiva —que se manifiesta a través de una adjetivación recurrente—, para después comparar dichas reflexiones con las modernas descripciones fonéticas. Pese a que solo en contados casos las fuentes ofrecen referencias explícitas a rasgos fonéticos concretos, es posible, sin embargo, aislar algunos: elementos perfectamente observables, como la consonante vibrante múltiple, que denota expresividad y fuerza y representa una de las características más antiguas de la lengua, ya que respalda un papel activo de las lenguas prerromanas (concretamente el vasco) en el rostro sonoro del español.
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