Si es un melómano de esos que tienen un santuario con imágenes de su compositor favorito para rendirles culto tres veces al día, está de suerte. En esta nueva sección comprobará con alivio que sus ídolos también son humanos porque, reconózcalo, esos genios agudizan su sensación de ser un vulgar mortal. El cotilleo a todos los niveles triunfa porque las miserias, secretos, vergüenzas y manías ajenas, hacen que uno se sienta mejor. Bienvenidos a la Histeria de la Ópera.
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