Siempre ha tenido las ideas claras. Siendo una niña, esta ascendente soprano ligera cambió el clarinete por el canto y, cuando se sintió preparada, no cejó en su empeño de salir al extranjero en busca de experiencias y de una formación que España no le ofrecía. Con apenas 30 años, su trayectoria es meteórica y parece no tener límites. Le estimulan los retos, tanto escénicos como vocales, y su talento no ha pasado desapercibido para grandes teatros, desde La Fenice a la Deutsche Oper de Berlín, pasando por el Liceu barcelonés o su querido Teatro Real.
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