La primavera de los pueblos que marcó las revoluciones de 1848 incendió los anhelos nacionalistas europeos. La necesidad de hallar una identidad propia llegó también a la ópera apelando a leyendas, danzas y sustratos populares buscando una afirmación nacional. Smetana primero y Dvorák después, reivindicarán ese nacionalismo creando un lenguaje autóctono, de inconfundible sabor local, determinante en la historia de la ópera checa: el género será un instrumento que ayudará a formalizar las aspiraciones patrióticas.
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