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La revolución Gloriosa: Orígenes, desarrollo y efectos. Mención a la posición en el proceso de sus principales protagonistas

  • Autores: Ignacio de Solís Zúñiga
  • Localización: La revolución de 1868 en Béjar: Actas de las Jornadas Universitarias celebradas en Béjar. 26-28 de septiembre de 2018 / coord. por María del Carmen Cascón Matas, Josefa Montero García, Ignacio Coll Tellechea, 2020, ISBN 978-84-1311-361-6, págs. 141-162
  • Idioma: español
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  • Resumen
    • La Revolución de septiembre de 1868, que provoca la pérdida del trono de la rei- na Isabel II, es un hecho de importancia capital puesto que se va a profundizar en las libertades procuradas por el nuevo régimen que sigue los postulados de la separación de poderes impulsada por la Revolución Francesa. Junto a ello se cuestionará, casi de inmediato y por primera vez en nuestro país, la fórmula monárquica. El modelo constitucional imperante desde el fallecimiento de Fernando VII se fue agrietando con el paso de los años y, en los previos a la revolución Gloriosa, llegó a ser poco más que una formulación teórica al gobernarse por decreto y menospreciarse a las Cortes. Junto a ello el gobierno ejercía una política represora que originaba un especial descontento entre la población más cultivada intelectualmente y que, por lo general, disponía de medios para hacer notar su contrariedad. Hubo una serie de hechos determinantes para que cuajase la revolución pero el de- finitivo fue el pacto de Ostende en el que el gran conspirador, el general Prim, compren- dió que era necesario aunar fuerzas con otras tendencias políticas para llevarla a cabo. La chispa que produjo el incendio que llevaría a la reina al exilio sería el destierro de los principales generales unionistas a Canarias y el de su propia hermana, la infanta María Luisa Fernanda y su esposo el duque de Montpensier, que se instalaron en Portugal. El levantamiento militar corrió a cargo del almirante Topete en la bahía de Cádiz donde llegarían los desterrados a Canarias encabezados por el general Serrano. Desde esta ciudad una columna militar se fue nutriendo de las adhesiones de acuartelamientos andaluces hasta llegar a Córdoba, mientras que la escuadra, en la que se embarcó Prim, hacía lo propio con las ciudades costeras teniendo como destino final Barcelona. El gobierno envió unidades militares desde Madrid para combatir a los sublevados y el encuentro entre los dos ejércitos se produjo sobre el puente de Alcolea después de un frustrado intento de adhesión a la sublevación intentado por Serrano. Separadas las dos fuerzas encontradas prosperó un nuevo intento de confraternización y se llegó a la unión de ambos ejércitos, marchando juntos hacia Madrid al mando de Serrano y con los postulados de la revolución. La reina, que se encontraba en San Sebastián, al tener conocimiento de esta situación pasó a Francia. En este punto es forzoso consignar que Béjar fue la única ciudad que se sublevó y consiguió resistir a fuerzas militares gubernamentales antes que el resultado de la batalla de Alcolea decidiese el destino de Isabel II. Los sublevados constituyeron un gobierno provisional formado por unionistas y progresistas que prepararía las elecciones de 1869 y en las que resultó vencedora la coalición de estos últimos con demócratas moderados. De esta manera el general Prim se convertiría en el auténtico dueño de la situación po- lítica al unir a la presidencia del gobierno la cartera de Guerra, es decir, el mando del ejército. Esta situación la mantendría hasta su asesinato en diciembre de 1870. El general Serrano, el otro gran líder de la sublevación, quedaría en un retiro dorado como regente, toda vez que la decisión de Prim fue mantener la institución monárquica pero sin que a ella accediesen los Borbones. Tal situación frustró la corona para la infan- ta María Luisa Fernanda, inmediata sucesora de su hermana Isabel II, y obligó a buscar un candidato para la corona de España. Ello forzó a que los emisarios de Prim pululasen tras distintos candidatos por las cortes europeas con una petición que, después de mu- chos rechazos, recayó en Amadeo de Saboya. Su llegada a España coincidió con el ase- sinato del todopoderoso general, su principal valedor, lo cual presagiaba para el italiano un reinado corto que acabó desembocando en la I República. Menos recorrido temporal tendría la nueva forma de gobierno que, acabando con otra sublevación militar, llevó a la Jefatura del Estado a don Alfonso de Borbón, hijo de la destronada reina Isabel II. En las páginas posteriores haremos una exposición más detallada, incidiendo en los personajes capitales de estas páginas de nuestra historia. Añadiré que se ha utilizado para el trabajo documentación inédita incorporada al sumario 306/1870, causa abierta por el asesinato de D. Juan Prim y Prats, presidente del gobierno, y particularmente la exculpatoria esgrimida por el coronel D. Felipe de Solís y Campuzano, ayudante de campo del duque de Montpensier, parte de la cual se publica en el periódico La Época con fecha 26 de junio de 1871. Junto a ella la facilitada por D. Aurelio Duarte López de Ayala inserta en un libro de su redacción, registrado pero no editado, con valiosísima documentación familiar procedente de su tercer abuelo D. Adelardo López de Ayala y Herrera, uno de los principales artífices de la revolución.


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