El ser humano está inmerso en espacios cada vez menos humanistas. El excesivo interés en el tecnicismo, el consumismo y el poder exigen a las universidades ofrecer el lado opuesto a esta dinámica. Para ello se deben promover prácticas académicas con una verdadera evaluación integral, a través de actividades de aprendizaje que potencien habilidades de los estudiantes desde la interacción grupal, donde se valoren no solo habilidades cognitivas, sino también aspectos socio-afectivos, como la actitud, la motivación, la cooperación y la participación. La complejidad humana requiere de una evaluación que abarque sus innumerables particularidades. Con la evaluación cualitativa, contribuiremos a que nuestros estudiantes sean ciudadanos más responsables, coherentes con su propia identidad y sensibles a su realidad, donde se incluya la utilización de instrumentos de autoevaluación y co-evaluación, como guías de retroalimentación y fortalecimiento del proceso educativo.
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