La irrupción de extranjeros en nuestro fútbol está unida a su arraigo más remoto, durante los estertores del siglo XIX. Fueron amateurs foráneos, ingenieros de minas, marineros, empleados burócratas en compañías anglosajonas o suizas, quienes provistos de un balón escandalizasen a esa sociedad pacata, “luchando entre sí, impúdicamente ataviados con ropa interior”. Algunos resultarían decisivos
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