Estados Unidos
Vayamos a la ética nuevamente. La que nos exige repensar todo, decidir, actuar, sabiendo y no sabiendo, asumiendo el riesgo de la vida, construyendo desde los otros y desde cada quien lo común y lo comunitario, poniendo en cuestión si la incertidumbre sobre la biología del cuerpo debe dominar nuestras emociones y esterilizar nuestros proyectos comunes; repensarnos el objeto de lo construido como sistema permanente de depredación política, económica y social de lo que ha derivado, en exclusión, vulnerabilidades y violencias sociales, no visibilizadas, selectivas y generalizadas. Derrida, Nancy, Arendt, Baudrillard, Jullien y Pelluchon, nos permiten respirar en la conmoción que ha generado el coronavirus, y desde Trabajo Social, redimensionar que las respuestas a la tragedia no están en el mundo de la simulación ni del artificio que hemos heredado desde las revoluciones políticas contemporáneas, e incluso, desde la historia de la humanidad. La objeción mundial del rey de los virus contemporáneos sigue siendo si estamos conscientes y actuamos en consecuencia sobre el hecho de que estamos en el mismo barco comunitario.
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