El cuarto evangelio tiene un dinamismo en el que se va develando progresivamente la identidad de Jesús con un dramatismo particular y una tensión dirigidos hacia “su hora”. Al llegar esa “hora”, cuando Jesús es crucificado y ante la escena de su transfixión, el evangelista cita el texto Za 12,10 dando testimonio del cumplimiento de esta profecía. Los motivos y temas empleados por este profeta tienen un eco y una ampliación en el cuarto evangelio que contribuyen a la revelación de la identidad divina y mesiánica de Jesús, rey y sacerdote de la nueva alianza, y su efecto santificador en aquellos que creen en él.
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