Las primeras defensas en las tierras cristianas del Aragón del siglo X fueron rudimentarios muros, oquedades naturales y fortalezas de madera. Fue en los condados catalanes donde se maduraron los distintos modelos de torres principales de castillos, las que cumplían la función de torre refugio en forma de ortoedro o de cilindro y las concebidas como un domicilium, es decir, una torre rectangular de notable superficie dotada con ciertas comodidades que permitieran la vida habitual. Estos prototipos arquitectónicos llegaron a Aragón de la mano de los maestros lombardos, quienes los ennoblecieron y los perfeccionaron. Así, la torre de Abizanda está en la línea de la de Ardèvol (Lérida), la de Fantova en la de Vallferosa (Lérida) y la “Torre de la Reina” de Loarre en la de la Tossa de Montbui (Barcelona). De esta manera se han podido reconstruir todos los eslabones que forman parte de la cadena de transmisión formal de los castillos aragoneses del siglo XI partiendo desde sus orígenes.
The earliest defenses in the Christian territory of Aragon in the tenth century were rudimentary walls, natural hollows and wooden fortresses. It was in the Catalan counties that the various models of castle keeps were developed, those that served as refuge towers, cuboid or cylindrical in shape, and those conceived as domicilia: that is, extensive rectangular towers equipped with certain amenities required for normal life. These architectural prototypes were introduced into Aragon by Lombard masters, who enhanced and perfected them. So the tower of Abizanda, for example, is in keeping with that of Ardèvol (Lérida), that of Fantova with that of Vallferosa (Lérida), and the “Queen’s Tower” in Loarre with that of La Tossa de Montbui (Barcelona). This has made it possible to reconstruct all the links in the formal chain of transmission of eleventh-century Aragonese castles, starting from their origins.
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