Entre los exploradores antárticos del siglo pasado se decía “si quieres hacer ciencia vete con Scott, si quieres una expedición rápida y eficiente, vete con Amundsen; pero si te encuentras en una situación desesperada, y parece que no hay salvación, híncate de rodillas y pide a Dios que te envíe a Shackleton”. En 1915 un barco con veintiocho hombres a bordo quedó bloqueado por los hielos en la Antártida. En aquel barco no llevaban radio, no podían transmitir su problema y, por lo tanto, nadie iba a ir a rescatarles. Estaban completamente solos.
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