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Resumen de Vivir entre superpotencias

Bilahari Kausikan

  • Hace algunos años, cuando todavía era un diplomático de Singapur en activo, pregunté a un amigo vietnamita qué auguraba el inminente cambio de liderazgo en Hanoi para las relaciones de su país con China. “Todo líder vietnamita –respondió– debe ser capaz de llevarse bien con China; todo líder vietnamita debe ser capaz de enfrentarse a China, y si crees que no puedes hacer ambas cosas al mismo tiempo, no mereces ser el líder”. Comienzo con esta anécdota porque la rivalidad estratégica entre Estados Unidos y China va a ser una característica estructural de las relaciones internacionales durante las próximas décadas.

    Como bisagra entre los océanos Pacífico e Índico, a caballo entre líneas marítimas vitales de comunicación, el Sureste Asiático se encuentra en el epicentro de la competencia entre Washington y Pekín. Se trata de una región compleja y diversa que siempre ha estado en una encrucijada estratégica, en la que durante siglos los intereses de las grandes potencias se han cruzado y a veces han chocado. La competencia actual entre China y EEUU no es más que otro episodio de una dinámica antigua que ha imprimido en el ADN diplomático del Sureste Asiático rasgos como el instinto de cobertura, el equilibrio y el efecto de arrastre entre los países de la región.

    Mi amigo vietnamita describió de manera sucinta el enfoque general del Sureste Asiático, no solo hacia China sino hacia todas las grandes potencias y la competencia entre ellas. A pesar de las incursiones europeas que a finales del siglo XIX habían dividido la región entre colonialistas británicos, holandeses, franceses, estadounidenses y portugueses –los españoles habían sido expulsados de Filipinas tras la guerra de 1898–, la estrategia de los países del Sureste Asiático ha sido, en general, muy exitosa. La región no ha estado nunca bajo el dominio de una sola potencia externa, salvo un breve periodo de ocupación japonesa durante la Segunda Guerra Mundial. La diversidad y complejidad de la región hacen que intentar abarcarla en su totalidad sea tan difícil como tratar de agarrar un puñado de agua. Una encrucijada estratégica es naturalmente multipolar, en el sentido de que casi siempre estarán presentes más de una o dos potencias externas. En la multipolaridad hay agencia –en el sentido de capacidad de actuar en el mundo– o al menos espacio de maniobra. La multipolaridad aumenta la oportunidad de elegir a los socios y no renunciar a la agencia por quedar atrapado en alguna dependencia en el camino…


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