Madrid, España
La COVID-19 ha desestabilizado profundamente el espacio público y las infraestructuras vitales de la ciudad abriendo la posibilidad de impulsar tendencias disruptivas con la visión convencional de esta. La densidad está asociada a la noción de intensidad. Las ciudades deben afrontar la contradicción entre la densificación entendida como limitación racional del consumo de territorio y la dispersión territorial, que en el contexto de la pandemia parece a asociarse mejor al distanciamiento social. La intensidad de la interacción social estimula la innovación y la creación en las esferas económica, científica y cultural. Desde el punto de vista ambiental la densidad es clave para reducir de la huella urbana, el consumo energético y las emisiones de carbono. Las medidas de distanciamiento social durante la emergencia sanitaria han fortalecido la conciencia del valor de los vínculos entre personas y grupos diversos. Esto ha evidenciado las ventajas de los lugares donde la gente vive suficientemente cerca para acceder peatonalmente a los servicios que necesita y los beneficios colaterales de la reducción de la movilidad. Por otra parte, ha hecho patente el conflicto entre un espacio viario diseñado al servicio del automóvil, las necesidades de la movilidad peatonal y las demandas de las actividades económicas a pie de calle. Las viviendas productivas del confinamiento, en las que han convivido el trabajo y los cuidados, la conexión social y la intimidad personal, son la vanguardia de una transformación muy profunda de la arquitectura residencial. Proyectar la ciudad visible es una herramienta insuficiente para gestionar la complejidad urbana contemporánea, el cambio más profundo debe operarse en la renovación de la dialéctica entre las esferas de lo público y lo privado, incorporando la dimensión social y la experiencia temporal al proyecto espacial de la ciudad.
COVID-19 has deeply destabilised the city's basic infrastructures and its public space, prompting possible disruptive trends regarding the conventional image of the city. Density is associated with the notion of intensity. The intensity in social interaction is key to innovation and creativity in science, culture, and the economy. From an environmental point of view, density is crucial for the reduction of the urban footprint and lowering energy consumption and carbon emissions. One of the most urgent challenges that cities face is solving the contradiction between densification, understood as putting a rational limit to land use, and disperse growth, which in the context of the COVID-19 pandemic seems better suited for social distancing. Social-distancing measures during the COVID-19 health emergency have stressed the importance of linkages between individuals and different groups. Moreover, they have highlighted the advantages of living in places where access to essential services is within walking distance, as well as the collateral benefits of mobility reduction. On the other hand, the conflict between road space, designed solely for the car, and spatial requirements for pedestrian mobility, as well as for economic activities at street level, has become ever more evident. Our productive homes, where work activity, family care, social connection, and personal intimacy have coexisted during the lock-down, are the forerunners of a deep transformation in residential architecture. In order to manage present-day urban complexity, it is not enough to plan or design the city which we can see. But the deepest change must take place in a renovation of the dialectics between the public and private spheres, incorporating both social and temporal dimensions into the spatial plans for the city.
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