En la filosofía política aristotélica, la definición biológica del hombre como “animal político” funciona como justificación para la creación de la polis. Aristóteles clasifica al hombre como un animal caracterizado por su habilidad racional y comunicativa, capacidades que lo determinan a formar comunidades con miras a la “vida buena”. Esta definición de la naturaleza humana supone la creación de la polis; el único espacio donde el hombre puede desarrollar sus virtudes y vivir una vida plena y feliz. Dentro de esta polis, Aristóteles le otorga participación política solo a los individuos que cum-plen con esta descripción. A partir de esto surge la pregunta: ¿Quiénes quedan al margen de la polis? Fuera de este espacio político quedan todos los que hacen posible la vida en la polis: las mujeres, los trabajadores y los esclavos. Más allá de estas redes económicas y sociales queda el propósito de este artículo, la “bestia”: los seres humanos caracterizados por su carencia de disposición política tanto en instancias desarrolladas como la polis y las más primitivas como la aldea o el hogar. De esta manera, los hombres bestiales son inútiles para la vida en comunidad ya que no cumplen con su función como animales políticos y sus acciones no están guiadas por un bien común. Se argumentará que a partir de esto que la bestia padece una triple exclusión: la política, al negársele la posibilidad de ciudadanía; la social, al prohibirle la partici-pación en la comunidad que sustenta económicamente a la polis y, por último, la biológica al ser excluido del conjunto conceptual de los hombres.
In Aristotelian political philosophy, the biological definition of man as a “political animal” functions as the premise upon which the polis can be created. According to Aristotle, man is an animal characterized by rational and communicative abilities that drive him to build communities in pursuit of the “good life.” This definition of human nature presupposes the creation of the polis as the only space where man can fully develop his virtues and live a full and happy life. However, Aristotle’s conception of the polis, only grants political participation within it to individuals that fit this description. This restriction begets the question of who remains beyond the margins of the polis? Beyond the boundaries of this political space remain all those who make life possible in the polis: women, workers, and slaves. Further yet, beyond all economic and social networks, lies the concept that will be the purpose of this article, the “beast,” a human characterized by a lack of political disposition, both in developed instances (like the polis) and the more primitive ones (like a tribe or the home). Following Aristotle’s logic, bestial men are not useful members of the community because they do not fulfill the role of the political animal, as their actions are not guided by the pursuit of the common good. We will argue that as a result, the beast suffers a triple exclusion: political, because he is denied citizenship; social, since he is barred from participating in the community that supports the polis economically; and, biologically for he is excluded from the conceptual group of human.
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