La incorporación de China a la Organización Mundial del Comercio en 2001 se vio facilitada por la expectativa estadounidense de que la liberalización económica del país conllevaría una “apertura política”. Sin embargo, veinte años después ocurre lo contrario: la desregulación sirve a los intereses de Pekín, que se apoya en las multinacionales estadounidenses para contrarrestar las veleidades proteccionistas de la Casa Blanca.
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