Washington se encarga de recordárnoslo regularmente: ningún país latinoamericano está a salvo de las maniobras de Estados Unidos. El presidente de Nicaragua Daniel Ortega se escuda en esta amenaza para justificar el encarcelamiento de los representantes de una oposición que, no obstante, no siente simpatía alguna hacia el imperialismo estadounidense. El dirigente sandinista tiene una prioridad absoluta: conservar la presidencia del país.
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