Cuando Castilla, con gran ventaja hegemónica, quiso anexionarse Portugal, diversos enfrentamientos culminaron en la Batalla de Aljubarrota, donde se enfrentaron dos reyes con igual nombre y ordinal, Juan I. El triunfo portugués desarrolló un claro sentimiento de nacionalidad, consolidado por el Papa y los príncipes de Europa, temerosos del auge de Castilla. La seguridad de su independencia permitió a Portugal su expansión marítima y la conquista de nuevos territorios en el Atlántico, la costa africana o la India. Además, la derrota de Juan I llevó a Juan de Gante a reintentar un nuevo asalto al trono castellano, y en julio de 1386 desembarcó en las costas de Galicia dispuesto a proclamarse rey, como ya lo había intentado en 1373.
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