Como cualquier conflicto, el de 1877 tuvo causas tanto inmediatas como subyacentes. Según las grandes potencias europeas –Gran Bretaña, Francia, Austria-Hungría, Alemania y Rusia–, el motivo directo fue la incapacidad del Imperio otomano para mejorar las condiciones de la población cristiana tras los disturbios en los Balcanes occidentales a mediados de 1875 y la brutal represión de un alzamiento búlgaro un año después. Mientras, entre las causas más profundas se cuentan la rivalidad austro-rusa en el sudeste de Europa, el interés internacional por el control de los estrechos del mar Negro, el crecimiento del movimiento paneslavo en Rusia, la expansión del nacionalismo y el amplio complejo de problemas conocido como la cuestión oriental.
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