A lo largo del siglo XVIII, las autoridades españolas (y algunos tratadistas) abogaron por el establecimiento de una relación directa entre la metrópoli, las islas Filipinas y el resto de Asia oriental, la cual se superpondría a la ruta indirecta del Galeón de Manila, que venía dejando en el virreinato de Nueva España la mayor parte de los productos asiáticos importados y en manos de sus comerciantes gran parte de los beneficios del tráfico. A partir de 1765 las dos terminales de la nueva ruta serían Cádiz y Manila.
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