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Restaurante Croma. Barcelona. Spain

  • Autores: Llamazares Pomés Arquitectura
  • Localización: On diseño, ISSN 1695-2308, Nº. 405, 2021
  • Idioma: español
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  • Resumen
    • ¿Se puede hacer otro restaurante Flash Flash cincuenta años más tarde? ¿Es lícito clonar uno de los proyectos más emblemáticos de Federico Correa y Alfonso Milá de 1970? El análisis de este interesante proyecto nos ha de ofrecer la respuesta adecuada.

      El proyecto del restaurante Croma nace del gran respeto y admiración hacia estos dos grandes arquitectos que, juntamente con Leopoldo Pomés, ayudaron a transformar la arquitectura, el interiorismo y, en definitiva, la cultura de la gris Barcelona de la post-guerra. El Flash Flash fue y es uno de los restaurantes más innovadores, tanto por el interiorismo como por la gastronomía.

      Y sí, se puede hacer un nuevo restaurante diferente al Flash Flash pero que mantenga su esencia. Precisamente, esta fue la principal premisa a la hora de pensar en el nuevo restaurante, el Croma. A pesar de la utilización de la imagen icónica Pop (la fotógrafa que con su flash ilumina el local) el resultado no es una copia, no es un clon, sino un restaurante nuevo y totalmente diferente.

      Así, el Croma reinterpreta los principales rasgos del proyecto de Correa-Milá de los años 70, es decir, los espacios se agrupan en zonas mediante las islas de mesas y terrazas a distintos niveles a través del banco corrido, la altura del techo está controlada, los techos son bajos, a escala humana, con el fin de crear un lugar acogedor y casero, tiene una geometría meticulosa, pero que da lugar a un espacio versátil, crea un espacio arquitectónico donde la decoración sobra, la barra no es un elemento de separación, ni un elemento aislado y utiliza materiales con acabado brillante: vidrios, laminados, acero inoxidable, maderas lacadas o barnizadas, todo brillante,...

      Ahora bien, si el Flash Flash era una apuesta radical en blanco y negro, eliminando incluso la escala de grises, en el Croma es precisamente la escala de grises la que coge protagonismo junto a la atrevida aparición del color amarillo del paquete del carrete de fotos Kodak y, como homenaje a los años 60, en el baño se puede encontrar una típica gama cromática de la época: el color violeta, verde, naranja, rojo y gris-azul.

      Seguramente, el punto más distintivo del restaurante son los 7 lucernarios que lo zonifican. Surgen de la necesidad de bajar el techo del local, originalmente demasiado alto para el restaurante. Solamente en estos lucernarios se aprovecha toda la altura del local. La imagen de la chica fotógrafa que es el icono del Flash, se encuentra plasmada en todas las paredes del Croma, y, aparece proyectada calidoscópicamente en los lucernarios, gracias a los múltiples espejos y a su imagen retroiluminada generando una visión onírica y mágica.

      “La terraza”, una plataforma elevada 45cm sobre el comedor, característico recurso en la arquitectura de interiores de los años 60/70, proporciona una sensación de amplitud en un local de dimensiones bastante reducidas. Se podría decir que la terraza es el lugar dónde uno se sitúa para ver y ser visto, mientras que la barra es el punto que articula todo el local, como lugar de bienvenida, de distribución, de mueble de apoyo, o de mueble pastelero.

      Las clásicas luminarias rojas “M68” de Miguel Milá producidas por Santa&Cole situadas sobre la única mesa fija del local y sobre el mueble pastelero aportan un toque de color y de calidez en el local así como las Headhat Bowl de color negro también de Santa&Cole colocadas en el mueble de la entrada y como a luz de apoyo en la barra. Todas ellas, evidentemente, en acabado brillo.

      Uno de los espacios que se han diseñado con mayor detalle es el baño. Una vez más, este se convierte en un juego de reflejos constantes gracias a los espejos y al laminado brillante. El baño se convierte en un lugar de homenajes y recuerdos. Homenaje a los colores de finales de los años 60. El color violeta del laminado del baño reina por todo el espacio a excepción de las cabinas que son cada una de distinto color; verde, naranja, rojo y gris-azul. Las luminarias son un recuerdo del antiguo flash de la fotógrafa icónica, el mítico plafón de vidrio opal, pero, el real homenaje nos lo encontramos solo entrar en el baño, concretamente, en el distribuidor: el “Pabellón de la fotógrafa” una especie de Santuario donde, por primera vez, se nos muestra una fotografía original de la chica del Flash sin su tratamiento gráfico característico.

      Y, finalmente, la fachada. Ésta está formada por unos aros de acero inoxidable brillante, que recuerdan a la fachada del flash, y por un friso. Un friso que actúa a modo de gran anuncio hacia la avenida diagonal. En él, nuestras fotógrafas captan la atención del transeúnte haciendo fotos constantemente mediante la luz intermitente de sus flashes, enfocando sobre todo al centro del local, justo en el sitio de entrada para ceder todo el protagonismo al visitante: el auténtico retratado.


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