Siguiendo las actuaciones de las asambleas de representantes políticos en estos últimos tiempos, surgen algunas preguntas: ¿se evita descalificar moralmente o ridiculizar al oponente y se critican solo sus ideas y actuaciones? ¿Se admite que los míos podamos equivocarnos y corresponda alguna disculpa? ¿Y que los otros acierten y corresponda algún aplauso fuera de guion? ¿Se busca por encima de todo resolver conflictos, ampliar el bienestar, afinar la convivencia social, procedan de donde procedan las aportaciones para todo ello? ¿Podría utilizarse cualquier vídeo de sesiones parlamentarias para enriquecer los trabajos escolares sobre educación cívica? Para contestarlas habría que hacer una revisión crítica del funcionamiento público del ágora de nuestra democracia.
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