Madrid, España
A pesar de haber sido formulada de la manera más completa hace casi dos siglos, la teoría hegeliana de la pena sigue siendo convincente por entender la justicia en términos de reconocimiento y no en una clave vengativa o correctiva. El problema ante el que nos encontramos se puede resumir en el sintagma de “justificación de la pena”. Lo más radicalmente novedoso en la filosofía de Hegel es que la pena, tal y como se muestra en el parágrafo 100 de los Principios de Filosofía del Derecho, es considerada como “un derecho” del delincuente. Así, la pena impuesta a la persona que decide delinquir no resultaría ser nada más que un reconocimiento a su racionalidad. Esto es así puesto que, a ojos de Hegel, de no tratarse de un ser racional, sería incoherente castigarle. Encontramos entonces una relación directa entre el castigo y una determinada concepción de la racionalidad que, como es conocido, para Hegel está relacionada con la libertad y su desarrollo en la historia. Esta concepción tiene sus dificultades, a las cuales trataremos de aproximarnos: ¿cómo puede ser algo simultáneamente un derecho y un castigo para la misma persona? En la primera parte de este artículo dibujaremos la teoría de la pena de Hegel como una que no debe ni reformar al individuo ni vengar el daño. Esto nos permite pensar la justicia en términos que dejan atrás tanto la venganza como la corrección. Una lectura de Hegel nos llevaría hoy a adoptar una perspectiva de un gran compromiso moral, que no patologice al criminal sólo por ser criminal, y que, a un mismo tiempo, no criminalice eternamente al culpable. Estamos insertos en un marco complejo de relaciones sociales donde es imposible no actuar mal a ojos de alguien. No por ello nos debemos quedar en la inacción, pues, ¿de qué serviría la autonomía para pensar la moral, si no la tenemos para actuar conforme a ella? Legislación y moral no se pueden entender completamente si prescindimos de uno de los dos términos. Por ello, en la segunda parte del trabajo se tratará de analizar este problema en clave ética, subrayando la crítica de Hegel al formalismo kantiano y al alma bella.
Despite having been formulated in the most complete way almost two centuries ago, the Hegelian theory of punishment remains convincing because it understands justice in terms of recognition and not in a vengeful or corrective key. The problem we are facing can be summarized in the phrase "justification of the punishment". The most radically new thing in Hegel's philosophy is that the penalty, as shown in paragraph 100 of the Elements of Philosophy of Right, is considered as “a right” of the offender. Thus, the penalty imposed on the person who decides to commit a crime would not turn out to be anything more than an acknowledgment of his rationality. This is so since, in the eyes of Hegel, if he were not a rational being, it would be incoherent to punish him. We then find a direct relationship between punishment and a certain conception of rationality that, as known, for Hegel is related to freedom and its development in history. This conception has its difficulties, to which we will try to approach: how can something be simultaneously a right and a punishment for the same person? In the first part of this article we will draw Hegel's theory of punishment as one that must neither reform the individual nor avenge damage. This allows us to think of justice in terms that leave both revenge and correction behind. A reading of Hegel would lead us today to adopt a perspective of a great moral commitment, which does not pathologize the criminal just because he is a criminal, and which, at the same time, does not eternally criminalize the guilty. We are inserted in a complex framework of social relationships where it is impossible not to act badly in the eyes of someone. This does not mean that we should remain in inaction, because, what use would autonomy be to think morally, if we do not have it to act according to it? Legislation and morality cannot be fully understood if we do without one of the two terms. For this reason, the second part of the work will try to analyze this problem in an ethical key, underlining Hegel's criticism of Kantian formalism and the beautiful soul.
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