La Celestina y sus seis continuaciones (1534-1570) escenifican un espacio urbano en el que los personajes van y vienen, en un movimiento continuo, en pos de dinero y placeres carnales. Estas idas y vueltas no se detienen en el umbral de las casas, ni mucho menos: el espacio doméstico –el de las escenas de prostitución que proliferan en los epígonos de Rojas– está «agujereado» por todas partes. En una especie de movimiento centrípeto, los personajes masculinos, en su tentativa de «entrar en lo vedado», se acercan mal que bien a la intimidad femenina… En este universo altamente sexualizado atravesado por fisuras y grietas, la puerta y sus derivados (umbrales, vanos, ventanas) dan pie a unos usos metafóricos eróticos que vienen a cuento y que nos proponemos analizar en este trabajo.
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