Con Un desconocido perfecto, podemos afirmar sin ambages que Leonardo Caparrós se instala en el reino trepidante de la novela para, esperamos, no salir de ella jamás. Como a Aquilonia, el reino más arrogante de la Era Hiboria, Caparrós llega a la novela «con el cabello oscuro y lamirada adusta, con la espada en la mano (un ladrón, un saqueador, un matador implacable), lleno de hondas melancolías y alegrías estruendosas, para hollar los enjoyados tronos de la tierra (con sus toscas sandalias)», tal como se expresa en sus Las crónicas nemedias Robert Howard del cimerio que reinará sobre ella, muchos años después, con turbulencia y tormento.
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