Carolina García Vidal, Lourdes Vázquez, Isidro Jarque Ramos
Desde hace 30 años la anfotericina B liposomal (AmB-L) es un agente fundamental para el tratamiento de las infecciones fúngicas invasoras (IFI) causadas por una gran variedad de hongos filamentosos y levaduriformes. Los numerosos estudios realizados en este periodo han generado una considerable evidencia sobre su eficacia y seguridad, y la han convertido en el fármaco antifúngico de referencia en el manejo de la IFI en pacientes oncohematológicos en diversas situaciones no mutuamente excluyentes. En primer lugar, AmB-L es el fármaco antifúngico de uso empírico más usado en pacientes con leucemia aguda y síndromes mielodisplásicos de alto riesgo en tratamiento con quimioterapia intensiva, y en los receptores de trasplante de progenitores hematopoyéticos. Además, en parte debido a la administración de nuevas terapias dirigidas (con pequeñas moléculas inhibidoras o anticuerpos monoclonales), cada vez son más frecuentes las infecciones oportunistas por hongos filamentosos en pacientes con enfermedades hematológicas considerados generalmente de bajo riesgo de IFI. Estos fármacos suelen tener un elevado potencial de interacciones farmacológicas que incluye a los triazoles, usados habitualmente en la prevención de IFI. Por último, los pacientes que desarrollan IFI de brecha debidas a concentraciones subterapéuticas de fármaco antifúngico o por la selección de hongos resistentes, requieren un tratamiento antifúngico de amplio espectro, generalmente con un agente de otra familia de fármacos antifúngicos. En ambas circunstancias el uso de AmB-L sigue siendo la mejor opción de terapia antifúngica precoz.
Liposomal amphotericin B (L-AmB) has been a key cornerstone for the management of invasive fungal infections (IFI) caused by a wide array of molds and yeasts during the last three decades. Multiple studies performed over this period have generated a large body of evidence on its efficacy and safety, becoming the main antifungal agent in the management of IFI in patients with hematologic malignancies in several not mutually exclusive clinical settings. First, L-AmB is the most commonly used antifungal agent in patients undergoing intensive chemotherapy for acute leukemia and high-risk myelodysplastic syndrome, as well as in hematopoietic stem cell transplant recipients. Additionally, due to the administration of newer targeted therapies (such as monoclonal antibodies or small molecule inhibitors), opportunistic mold infections are increasingly being reported in patients with hematologic malignancies usually considered low-risk for IFI. These agents usually have a high drug-drug interaction potential, being triazoles, commonly used for antifungal prophylaxis, included. Finally, patients developing breakthrough IFI because of either subtherapeutic concentrations of antifungal prophylactic drugs in blood or selection of resistant strains, require broad spectrum antifungal therapy, usually with an antifungal of a different class. In both situations, L-AmB remains as the best option for early antifungal therapy.
© 2001-2024 Fundación Dialnet · Todos los derechos reservados